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Trabajando en el p*** jumping

El otro día te hablaba de mis primeros ingresos como profesor particular de informática básica.

En esa publicación os presentaba a Koldo y la importancia que tiene en mi vida. La publicación se llama MI MEJOR CLIENTE. Si no la has leído creo que merece la pena.

Y si merece la pena, me gustaría que me lo hicieras saber de alguna manera.

Seguramente acabes conociendo a Koldo. Dame margen.

Bueno, pues el mismo año que comencé con las clases particulares y ya llevaba mis primeros miles ahorrados, tuve la oportunidad de trabajar montando castillos hinchables en las fiestas de mi ciudad.

Con las fiestas de mi ciudad sucede como con las familias que llevan enfadadas todo el año y solucionan todo con un beso el 31 de diciembre, pero al revés: la gente se quiere todo el año y el día 30 de junio algunas familias se llevan a matar.

No tiene sentido.

Somos un poco gilipollas en Irún. Menos mal que nos estamos dando cuenta.

El caso es que trabajaría con mi pareja y con la pareja de mi hermana.

Tres días de trabajo. (Ninguno el día 30 de junio, así que bien.)

215€ después de impuestos. Casi 72€ diarios.

Con contrato. Importante.

Challenge accepted.

El trabajo empezaba a las 9 de la mañana. Montábamos los hinchables en una hora y a las 10 de la mañana empezaban a venir las fieras. Además de montar las atracciones nos encargábamos de los niños y niñas que se acercaban para ayudarles a subir y animarles para que se lo pasaran bien.

La parte de la mañana duraba de 10h a 13h. Podíamos volver a casa a comer y a las 16:30h teníamos que estar de nuevo en nuestro puesto hasta las 20h.

El primer día se hizo el reparto de las atracciones. Había tres puntos repartidos por la ciudad con los castillos hinchables. A mi pareja, a mi casi cuñado y a mí nos tocó a cada uno en un punto diferente.

Ironías de la vida.

Y llegó la repartición de las atracciones, pero antes te diré que aquel verano hizo calor en Irún. Mucho.

Las lagartijas iban paseando con sombrilla.

  • Borja Fernández.
  • Soy yo.
  • Al Jumping, con Mami y Rachid.

Ahora empieza la parte buena de la publicación.

Mami. Árabe y musulmán. 45 años aprox. Alto. Más de 1,90m. Musculoso. Ojos azules. Apuesto. Más serio que la situación que hay ahora mismo en educación por culpa de ChatGPT.

Rachid. Árabe y musulmán. 21 años. 1,80m aprox. Flaco. Más nervioso que un filete de ternera. Un mofao’ de la vida.

Borja. Ni árabe ni musulmán. 20 años. 1,70m. No muy flaco. Con más ilusión que la hostia por trabajar esos tres días. Fuerza, más bien normalita.

Aquellos tres días deseé ser árabe, pero sobre todo musulmán. Era época de Ramadán. Iban a tener que aguantar los 3 días con un solajero de mucho cuidado, sin comer ni beber y cumpliendo sus rezos. Y yo lo iba a tener que vivir.

Mis dos compañeros estaban “descojonados”. Tenían menos fuerza que una sopa de sobre.

Ya te he dibujado un poco la situación, pero todavía no sabes lo que es el Jumping. El JUMPING:

Creo que ya entiendo por qué Mami estaba serio:

Estaba de Ramadán. Hacía un calor tremendo. Tenía a dos pinpines a su cargo. Y mientras que para montar los castillos hinchables todo era cuestión de extender las telas y poner en marcha la bomba de aire, el Jumping de las narices había que montarlo a pulso. No había máquinas que ayudasen a su montaje. Solo fuerza humana.

Mami se encargó de la parte más bruta del trabajo. Los tres días.

Montar y desmontar.

Para esta parte del trabajo sobre todo hacía falta ser alto y fuerte. Todo lo que yo no era.

Yo con no estorbar y ayudar en lo que pudiera ya tenía suficiente. Eso hice.

Y aunque solo fui un apoyo en el montaje y recogida del jumping acabé muerto el primer día. Ni me quiero imaginar cómo estaba Mami.

Bueno, Mami y Rachid, que con su nervio y agilidad también contribuyó muchísimo al montaje.

Aquellos tres días la cosa fue así:

  • Mami se iba a la furgoneta a descansar hasta las 11:30h. Por la tarde igual, de 17h a 18:30h.

Rachid y yo estábamos con las fieras todo el día.

  • Cuando les tocaba rezar, rezaban.
  • Cuando Mami trabajaba era muy cariñoso y amable con los niños y niñas.

Aunque no me sentí muy bien inicialmente al ver mis limitaciones físicas para aquel trabajo, creo que hice un muy buen trabajo con las fieras.

Además, Mami y Rachid, aunque hablaban bien el castellano, tenían dificultades en algunos momentos para expresarse.

Y allí estaba yo, ocupándome de situaciones un poco complicadas:

  • Algún niño al que hubo que decirle que no porque le faltaba un brazo y en el jumping debían sujetarse con ambos.
  • Respondiendo a las dudas de una madre de un chico con parálisis cerebral.

Y animando y dinamizando aquello en general.

Cada uno encontramos nuestro papel de forma natural.

Rachid ataba y desataba a las fieras de los arneses a toda leche. Eso es importante porque todos querían montar y disfrutar la atracción.

Fue una experiencia de la hostIA.

Pero, Borja…

¿Y dónde está la IA?

La IA no te hubiese enganchado con esta publicación como lo he hecho yo.

La IA, en concreto aquí estaríamos hablando de ChatGPT, es MUY BUENA con contenido sin sentimientos. Cuando intentas introducir emoción, no emociona. No me creas, pruébalo.

Ahí tienes la IA.

Si vas a mi bio, verás que también hablo de experiencias de negocio y el mundo laboral. Como hoy.

Ningún trabajo es más fácil que otro. Lo descubrirás con el tiempo si aún no te has dado cuenta.

Y yo me despido. Me voy a fregar la cenan y después a ver un capítulo de SEX EDUCATION con mi pareja y con un yogur griego fresquito y granola echa por mí con frutos del bosque congelados.

Riquísimo.

Si vas a ser un cáncer silencioso, te puedes ir.

Y esto lo voy a seguir haciendo. Te voy a provocar.

¿Para qué? Para descremar. Para separar el grano de la paja. Para quedarme con quienes quieren estar de verdad. No te pido que me entiendas. Te pido que me ayudes si te gusta o que te vayas y no molestes.

Si te ha entretenido, si has aprendido algo, si te gusta lo que hago…valóralo.

Chao.