Voy a contarte algo que para mí es muy importante en el trabajo y que igual también te puede servir a ti.
De hecho, es muy importante para la vida, en general, pero a la mayoría de la gente le parece una chorrez.
Es algo que me pasa frecuentemente. Me pasaba cuando programaba y me pasa ahora cuando formo a otras personas y como director de proyectos.
Y estoy bastante seguro de que alguna vez también te ha pasado a ti.
Te pongo en contexto y déjame que empiece a dibujártelo en la cabeza, porque esto es lo más jodido de hacer cuando le cuentas a alguien algo por escrito: pintar tu idea en la cabeza de la otra persona.
Empieza por escoger e imaginar alguna de las siguientes situaciones:
- Estás triste.
- No encuentras la solución a un problema.
- Te sientes inseguro/a.
- Estás enfadado/a.
Bueno pues ahí estás tú, dando vueltas en círculo como un pez Váter en su pecera.
El pez váter es ese pez dorado/anaranjado o Goldfish que te compran de pequeño y pasea con su chorongo dando vueltas en un agua templadita que no cambias todo lo que deberías y que, de repente, un día, se hincha.
Tú, que confías en la madre naturaleza y las capacidades autocurativas del animalillo lo miras durante varios días, porque no merece la pena llevar al veterinario a un ser vivo que has comprado por 2€ y que alimentas de un papel de fumar de colorines que llaman algas. Pero el bicho no mejora, muere y acabas tirándolo por el váter.
Pues así estás tú: triste, bloqueadx, insegurx, enfadadx dando vueltas a tu mierda como el pez váter.
Todavía no has muerto, tranquilo/a.
Pero, pero…PEROO……..Hay una diferencia: tú eres una persona y las personas piensan.
Y de repente, por lo que sea hay alguien a tu alrededor.
Y le llamas.
Según tus habilidades y la situación que hayas escogido imaginar, le llamarás de una o de otra manera, pero le llamas.
Ahora me lo llevo a mi terreno…
Tengo que tomar una decisión difícil o estoy bloqueado porque no sé cómo avanzar para darle solución a una característica concreta de una aplicación que se está desarrollando para un cliente.
Y entonces, empieza lo que es común para todas estas situaciones:
Le cuentas “tus mierdas” a la persona que tienes delante.
La persona que tienes delante –> callada. Si acaso vocaliza una o dos frases y tú sigues.
Y de repente, ya no estás triste, ya no estás bloqueado porque has encontrado la solución a tu problema, ya no te sientes tan inseguro o ya no estás enfadada.
Pum. ¡Milaaaagro!
Y le dices a la otra persona:
-Oye, gracias. Ya está, no sé qué me pasaba, pero ya tengo la solución.
La otra persona casi siempre responde:
-¡Uy! ¡Gracias de qué! Si yo no he hecho nada.
Y generalmente, o hay un silencio o la otra persona se retira medio confusa.
Pues esto es precisamente lo que a mí me parece súper importante en el trabajo, pero también en la vida:
contar con gente que sepa estar presente.
Y te voy a decir algo para que la otra persona se vaya con una mejor sensación cuando te pase algo así de nuevo. Dile:
–Gracias por dedicarme tiempo y escucharme. Necesitaba que alguien me dedicase su atención durante un momento.
Si te pones en el lado de la persona que escucha, esto es lo que necesita alguien que te lanza su monólogo. Que estés presente. Presente, de verdad.
Muchas veces no quiere una respuesta, no quiere tu solución, no quiere tu opinión.
A veces, solo queremos a alguien que sepa estar presente.
Y creo que la anterior es una bonita forma de explicarle a alguien por qué ha sido útil para ti.
¿Te ha pasado?
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Chao.