Me gusta viajar. ¿A quién no? Bueno, pues hay gente a la que no. Pero a mí me encanta viajar.
Soy del País Vasco y vivo en la frontera con Francia, en Irun. Saber dónde vive alguien te puede dar algunas pistas sobre esa persona.
Vivir donde yo vivo tiene muchas ventajas y me siento orgulloso de “mí hábitat” pero hay algo que nunca me ha gustado y, quizá por eso viajo y me gustan las ciudades como Burdeos, Bruselas o Marrakech:
donde yo vivo no hay demasiados contrastes.
Deja que me explique y así aprovecho para explicarte lo que es un outlier.
Irún: El punto de partida.
Vivo en una zona fronteriza y, aunque cada vez es más la gente que viene de otros países a vivir a mi ciudad, todo es bastante homogéneo.
Joder, hasta hace cuatro años yo veía a una mujer con velo subir al topo (como un metro pero en versión Ñeh) y tenía miedo de sentarme a su lado.
Ya sabes, las típicas limitaciones de alguien con poco mundo y demasiada mierda sobre el ISIS en la cabeza que piensa: a ver si no saltamos por los aires en este viaje.
Llámame lo que quieras. Afortunadamente, hoy no soy esa persona. Y todas las personas tenemos nuestros prejuicios. Incluso tú.
Lo curioso es que por aquel entonces tenía una compañera, desarrolladora web, que es marroquí. Soukaina. La encantadora y educada Soukaina.
A lo que voy. Para mi esa mujer del topo, por el contexto en el que me muevo en mi día a día, era un outlier. El valor atípico en mi conjunto de datos.
Marrakech: Rompiendo Prejuicios y Descubriendo Lo Atípico
Después, en parte gracias a Soukaina, fui a Marrakech. No te voy a vender que fue un ejercicio de exposición ni nada por el estilo. No. No tengo ese miedo paralizante hacia el mundo árabe. Y ahora menos.
Solo tenía prejuicios pero, ganas de viajar y de conocer lo desconocido… todas.
Ha habido un punto en mi vida (no entiendo muy bien cómo se ha producido pero ha pasado) en el que escojo lo atípico.
A veces, lo atípico es deseado. Otras veces no lo es y puede encender las alarmas.
Por ejemplo, una serie de Netflix que sea profunda y empiece y termine sin “estirar el chicle” de la facturación para mi es algo que consideraría como atípico y deseado.
Nótese la crítica.
Un cero en un examen para un alumno que aprueba con regularidad sus exámenes es un valor atípico y debería encender las alarmas. Seguramente la dificultad de esa prueba no sea la razón.
Bueno, pues fui a Marrakech. Y allí, en aquel tren Marrakech-Casablanca el outlier era yo. ¡Qué cosas, oye!
Burdeos y Bruselas son ciudades que me gustan porque allí todas las personas somos outliers. Y cuando todo es un outlier, nada lo es.
Parecido a cuando estás en el curro y solo recibes indicaciones de que todo es prioritario. Si todo es prioritario, nada lo es.
Reflexiones de Viaje: Desde Aveiro a Oporto
Ahora mismo bajaré de un tren que me ha traído de vuelta desde Aveiro a Oporto. Y por si te pica la curiosidad, hay mucho portugués, mucho francés, mucho español y mucho alemán. Poco del resto.
Y por hoy me despido pero, quería decirte que en el mundo del dato, muchas veces, los outliers se detectan por un valor extremo (extremadamente alto o extremadamente bajo) en una única variable.
Por ejemplo, una calificación excesivamente baja o alta para un estudiante.
Lo único que estoy observando aquí es los valores que toma la variable «calificación» a lo largo del tiempo.
Y es que muchas veces miras todas las variables de manera independiente y en ese análisis univariado todo tiene sentido.
Pero, si te detienes y analizas la combinación de todas ellas, algunas veces, encontrarás outliers:
- una persona que ha bajado ligeramente sus calificaciones.
- Y ha disminuido su participación un poco en clase en las últimas semanas.
- Y hay días que viene desarreglada, en chándal.
- Y que ayer dio una mala contestación a su profe.
De forma individual todo podría parecer y entrar dentro de lo normal. De manera multivariada, en conjunto, podemos encontrar indicadores que nos hagan saltar las alarmas.
Chao.